Lauren Vollin
La Main à l’Oreille – Antena Suiza
*El texto original está escrito en francés, lengua que posee un solo verbo, “être”, para indicar ser/estar.
En la traducción al español, la expresión correcta incluiría el verbo estar. Sin embargo, dada la significación que se da en el texto a esta frase hemos optado por traducirla utilizando el verbo “ser”.
En febrero de 2015, me enteré de que tenía un grave problema de salud…
Durante algunos días, no pude decir nada de esto. Luego, un viernes por la noche, estaba con mi marido en la habitación de nuestra hija y, sin verdaderamente haberlo decidido, le comuniqué a ella la noticia.
Nuestra hija Anne-Laure es discapacitada por un retraso físico, una importante deficiencia intelectual y rasgos autísticos que le generan, entre otras cosas, angustia y automutilación.
Anne-Laure me miraba, discretamente. Tendida en su cama, hojeaba distraídamente una revista. Yo necesitaba un apoyo, y en su mirada leí: “Estoy aquí, no estás sola, ¡estoy aquí!”. De este modo, mi hija fue la única e indispensable testigo de ese momento particularmente duro y difícil.
Los tratamientos dieron comienzo, y después de algunas semanas, fue necesario para mis tres hijos que pusiese palabras a esta aventura que comenzaba y a las diversas peripecias que experimentaba mi cuerpo. Con su hermana mayor y su hermano pequeño, hablábamos con regularidad de mis citas médicas y de sus efectos. Con Anne-Laure la comunicación era diferente. Mi manera de moverme en la vida, la energía que yo desprendía en mi dinámica de cuidados, parecía convenirle. Sin embargo, algo faltaba. Y un día, tuve la necesidad de poner palabras lo que ocurría con mi apariencia.
Entré calmadamente en su habitación, ella estaba tendida en su cama. Me senté no lejos de ella. Me situé a una distancia razonable para no invadirla. Yo tenía un pañuelo en la cabeza y, como a su hermano y hermana, le hablé de mis cabellos cortos, de los que yo ocultaba su precariedad… En esa época, Anne-Laure llevaba media melena. Le expliqué que ya no tenía fuerzas para cortarle el pelo. He de precisar que Anne-Laure no soporta que le corten el pelo y que soy la única en arriesgarme a esa empresa tan delicada.
Le indiqué, pues, que su pelo iba a crecer, que iba a ser cada vez más largo. Que haríamos coletas, colas de caballo… y le dije y le repetí “¡Vas a ser (estar) hermosa!”.
Insistí sobre lo que iba a diferenciarnos: yo y mis cabellos cortos bajo mis grandes pañuelos, y ella con su pelo largo. Ella se enderezó y me miró insistentemente mientras yo repetía: “Mis cabellos cortos y tus largos cabellos, ¡tú vas a ser (estar) hermosa!”.
Esta escena tuvo efectos insospechados. En los días siguientes, asistimos a un significativo apaciguamiento en nuestra hija. Dejó de estar invadida por angustias indescriptibles sin origen determinado.
Más adelante, intenté analizar lo que había podido modificar de este modo su estado, su ser.
En primer lugar, lo que me sucedía nos distinguía a la una de la otra. Yo tengo esta enfermedad, me cuido. Tengo mis “cabellos cortos” y hago con ello lo que conviene hacer. Es algo que no me concierne sino a mí. Anne-Laure no forma parte de eso.
Además, hay claramente un “efecto de nominación”: “¡Tú vas a ser hermosa!”. Esta nominación es diferente de todas las otras, anteriores. Hay un “Tú eres…” que difiere acaso de un precedente “Tú no eres…” donde está implícito: “Tú no eres como los otros, tú no eres lo que yo pensaba que serías…”. Toda esta consideración negativa inconsciente.
Esta nominación tiene algo de definitivo, hay un: “A partir de ahora, tú eres… y tú serás…”. Eso no está limitado en el tiempo, eso caracteriza al ser de Anne-Laure.
Desde entonces su cuerpo parece estar constituido o reconstituido. Se desplaza mucho más fácilmente, acepta que se la toque y ya no se angustia por los lugares, la disposición del espacio o de un mobiliario particular. Su manera de afrontar el espacio es diferente, ella lo ocupa de otra manera.
El otro no la invade tanto, alcanza a protegerse de esto. Distingue el desasosiego, la debilidad del otro y coopera (el otro que no es todo saber o todo poder). Ha desarrollado una docilidad que le evita sentirse atacada por los gestos indispensables en lo cotidiano (vestido, aseo…).
Hace progresos en sus aprendizajes.
No obstante, la agresividad continúa en los momentos de frustración; nosotros permanecemos entonces atentos a la escucha de sus “no”.
Anne-Laure no habla, pero hace muchos meses que pronuncia la palabra “espera”. Ella la utiliza muy oportunamente, pero lo hace igualmente para captar la atención del otro. Nos pide esperar, pero nos significa que ella también ha esperado… “Espera” deviene un “Al tiempo”. Es un poco su manera de hacerse con el tiempo, de modelar esta noción que se le escapa.
Y luego, ella me llama, me reclama, a mí, su madre, ¡pronunciando un alegre “ma, ma, ma”!
Traducción: Gracia Viscasillas