¿ Por qué el abordaje institucional nos parece fundamental en el trabajo con autismo ?

 

TORREON. Espacio de acogida y tratamiento para niños y sus familias.

Gracia Viscasillas. Coordinadora clínica

 

«Somos, en esta época, unos pocos, los empeñados en atentar contra las cosas, en crear en nosotros espacios para la vida, espacios que no existían, ni parecían tener que encontrar lugar en el espacio«.

Antonine Artaud

Frase escrita en la pared de Torreón

Nos parece que una institución orientada por el psicoanálisis es un lugar privilegiado para realizar una acogida y una oferta al sujeto. Una acogida a sus modos de tratamiento, de defensa, frente a la invasión de goce que padece. Una oferta, construida en una pluralidad –de espacios, de intervinientes- para construir un «espacio», una «atmósfera», que constituya un lugar de respuesta más allá de los efectos de significación. Es, a partir de ese trabajo, que podemos hablar de efectos civilizadores del goce.

Habitar ese lugar de respuesta pasa por poner el acento en la acogida del sujeto, en lo particular que él trae para poner al trabajo. Desde hace años hemos apostado en nuestras instituciones por la orientación que nos aporta la práctica «entre varios», lo que implica que hacemos recaer el «tratamiento» sobre el Otro con el que se las tiene que ver el sujeto –los intervinientes, la institución misma- siendo los efectos a vislumbrar en el sujeto. Para ello es importante captar cuales son las condiciones del Otro que permitan, para cada sujeto, facilitar el encuentro.

La lengua francesa dispone de una palabra, «être», ahí donde nosotros tenemos dos: ser y estar. A veces pareciera que vivimos en una sociedad en la que el pedido en relación a estos chicos sería el de que «estén» bien, en el sentido de que no se note que son «diferentes», es decir que se «normalicen». Esta visión que pone el acento en el «estar aparente», deja de lado lo que cada uno de ellos «es», no ya en su diferencia sino en su singularidad. Desde Torreón apostamos por crear lugares donde cada uno de ellos pueda «estar como es», y lo que nos encontramos es que haciendo esta apuesta justamente pueden «estar bien». Estar bien, no en la foto fija de la supuesta «normalización», sino en «su» normalidad, la de cada uno.

Para ello, desde Torreón, hemos articulado una institución en la que desplegamos diferentes propuestas: talleres específicos, la tarde o la mañana de Torreón (donde los chicos en pequeños grupos pasan por diferentes talleres: biblioteca y ordenadores, arte, psicomotricidad, música, teatro, cocina…), clases de apoyo escolar en el centro o en la casa, tratamientos individuales, y ahora estamos investigando en el acompañamiento terapéutico en el domicilio. Con el grupo de adolescentes, además de los espacios de talleres, se realizan salidas a diferentes lugares de ocio de la ciudad (cine, bolera, piscina, museos, compras…).

Atendemos a 70 niños y jóvenes de 3 a 21 años, muchos de ellos en tratamiento individual en otras instituciones o con otros colegas.

En los talleres, la propuesta que realizamos hacia los chicos es lúdica, rehuyendo el «X-terapia» que les aprisiona bajo la consideración del déficit y la reeducación.

Esto no quiere decir que Torreón sea una ludoteca, por el contrario, los intervinientes que se ocupan de cada taller ponen en juego, cada uno a su estilo, un modo de acompañamiento que busca el encuentro, la pacificación, la puesta en juego de la circulación de la palabra, el trabajo sobre el cuerpo, la posibilidad de estar junto a otros, y muy fundamentalmente dar un lugar a cada sujeto y a sus producciones.

Torreón no es un centro específico para niños autistas, trabajamos con ellos entre otros, junto a chicos que presentan otro tipo de dificultades. Esto implica una complejidad en el trabajo, que ponemos –por supuesto- a cuenta del equipo.

Habitualmente se ocupan de los talleres al menos dos intervinientes: para poder acompañar a otro espacio si un chico necesita salir y para poder volver a entrar, para acompañar en juegos o materiales diferentes, para facilitar el que se genere una conversación, para facilitar intervenciones entre varios y, muy fundamentalmente, para promover la difracción de la transferencia.

Está establecido que en cada espacio se plantea una propuesta de trabajo –que puede venir de parte de los educadores, o que puede ser la que los chicos planteen a la entrada o durante el taller, o de un día a otro.

Sin embargo, esta propuesta no es nunca una imposición o una exigencia. Más bien, la propuesta hecha en cada taller la pensamos como un elemento organizador: pues es ante ella que cada sujeto es convocado a una elección, y puede ser que la elección de uno se tome como una buena idea por el resto y se modifique la propuesta general, o bien que haya diferentes chicos trabajando con diferentes materiales o en diferentes juegos. Trabajar y dar valor a la elección es también una apuesta clínica, pues además de apuntar al sujeto, confronta a los límites de la elección –»no se puede todo»-haciendo recaer esta imposibilidad en primer lugar del lado de la institución y/o de los intervinientes, en una remisión que por un lado agujerea al Otro y que por otra parte acerca a ese aparato de goce que es el lenguaje.

Para todo ello son fundamentales los distintos dispositivos de trabajo del equipo:

-Las reuniones que realizamos al finalizar cada día con los diferentes equipos que conforman los talleres por los que pasan los chicos. Estas reuniones, con los coordinadores clínicos, son muy importantes para velar que los intervinientes no queden atrapados en el propio goce al que en muchas situaciones quedan confrontados o a la angustia que muchas veces se suscita.

Sabemos que trabajar «entre varios» no es lo mismo que trabajar «en equipo». Los diferentes talleres no son compartimentos estancos; un incidente en un espacio puede dar lugar a la respuesta en otro, y hay que estar advertidos de esto. Trabajar «entre varios» implica también el ponerse a resguardo del narcisismo de las pequeñas diferencias, el aportar las observaciones, las respuestas, los efectos, en una apuesta por una lectura colectiva que no puede construirse sin el uno por uno.

-Reuniones de caso, que periódicamente realizamos elaborando un trabajo sobre el caso que integra el trabajo realizado en los diferentes talleres en una perspectiva temporal más amplia.

-Reuniones de supervisión de casos y formación, que se realizan mensualmente con la participación de todo el equipo.

Viñetas

En Lucas (nombre ficticio), la tensión agresiva y el rasgo de la voracidad se destacaban en multitud de situaciones en cada espacio. Cada día, en cada taller, había que estar muy atentos, intervenir de a varios, no entrar a la agresividad que convocaba, proteger a los otros de una manera a la vez firme pero acogedora del sujeto, envolver en palabras tomadas al vuelo, dar la vuelta a propuestas y situaciones para rebajar el goce que empujaba. Un «no» al goce que le invadía al tiempo que un «sí» al sujeto ha sido para nosotros una orientación fundamental que llevamos a cabo entre todos. Pero es en el mismo síntoma que encontramos su faz mortífera y su faz de solución. Ahora, en la cocina, se ocupa y se preocupa de preparar comidas «que les gusten a todos».

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Toño (nombre ficticio) es un niño muy silencioso, al principio su impulso era ir a morder a los niños si tocaban los juguetes con los que él estaba jugando o pasaban muy cerca.

Para Toño es importante que demos lugar a su elección de un objeto, permitiendo que lo lleve a los diferentes talleres, y en muchas ocasiones que lo pueda también llevar a su casa, lo que para la mamá hace también más fácil el trayecto hasta la casa. Es un objeto con el que se aísla en un juego repetitivo, pero aceptar por nuestra parte su elección permite también que él nos deje incluirnos en su juego y que acepte de modo pacificado la presencia de los otros niños, a los que ahora observa y sigue en sus juegos.

La importancia de dar lugar a ese objeto se vislumbró ya la primera vez que acudió a Torreón. Eligió en Biblioteca el juego de «Cazar al ratón», y ofrecernos a ayudarle a llevarlo a la sala de Psicomotricidad le permitió acudir a ese taller. Allí tras un tiempo con este juego en solitario, tranquilo, Marina se anima a coger el ratón y lo sube por los bloques, lo enciende para que corra, salte… Toño observa. Luego también juega por esos lugares de la sala, con el ratón en la mano. Después Marina introduce el juego de «pillar»: coge el ratón que llevaba Toño y le dice «¿A que no me pillas?!». El niño sonríe y accede al juego. Luego será él quien provoque a Marina mostrándole el ratón y saliendo corriendo. Esta escena fue la matriz de todo un trabajo con el niño en el que el campo de objetos de interés se ha ampliado, han surgido nuevas palabras y momentos de relación con los otros niños.

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La mamá de un niño autista, Luis (nombre ficticio), llega desbordada por las dificultades que presenta su hijo en la relación cotidiana y el estigma con el que se ha visto nombrada en diferentes lugares diciéndole que el problema era que ella no educaba correctamente a su hijo. Ya en la entrevista de acogida surge en la mamá la sorpresa cuando el niño se va conversando tranquilamente con el director a recorrer los diferentes espacios, siendo que ella lo presentaba como un niño autista de poco hablar.

En los talleres –a los que según la mamá acudía muy contento-, al principio Luis se mostraba callado y muy serio en todo aquello que realizaba. Poco a poco, las educadoras van introduciendo conversaciones «banales» mientras los niños se ocupan en sus cosas. En una ocasión entro al taller de Arte. Uno dibuja dinosaurios, otro está haciendo Angry Birds con diferentes materiales, Luis construye una gran figura que le lleva varios días hacer. En el taller me intereso por lo que hace cada uno, y me pregunto en voz alta si no hay una película de Angry Birds. Luis salta muy animado para decirme que sí, que él la ha visto, y la cuenta con gran lujo de detalles… detalles a los que también se suman los otros.

En otra sesión continuamos hablando de películas, y una de las educadoras dice que a ella le gusta comer palomitas mientras las ve. La conversación deriva, muy animada, en la idea de hacer una fiesta en Torreón donde ver una película y todos proponemos un montón de actividades para la fiesta… ¡Incluso se fija una fecha! Yo digo que lamentablemente estaré de viaje. Y es Luis, con gran dulzura, quien dice de posponerla para que yo pueda estar también.

A partir de ahí, Luis se muestra alegre, creativo, propone un montón de actividades e ideas.

La mamá está causada por este cambio en su hijo, que también observa en la casa. Cada día nos trae alguna pequeña viñeta que escuchamos y a la que damos todo su valor; hay un cambio muy importante en ella en la manera de entender y de relacionarse con su hijo. Y nos trae un decir de Luis que la conmueve: «Mamá, ahora me quieres más».

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Son siempre intervenciones que se apoyan en la relación, en la transferencia, y es siempre a partir de ella que hacemos el cálculo de introducir pequeñas variaciones que tomando en cuenta sus objetos, sus significantes, sus particularidades, abran el campo a nuevos objetos, nuevos significantes, nuevos juegos y materiales, y que posibiliten también la inclusión en su campo de una relación más pacificada a los otros.

Para finalizar, decir que Torreón no pretende ser una institución «total», una institución cerrada sobre sí misma, sino más bien constituirnos como un punto de una red que en su entramado sostenga al sujeto en sus producciones, en el hallazgo de nuevos recursos para tratar aquello que lo excede.