En furgoneta…

 

Pierre Jacobs

Antenne 110

 

En Antenne 110 estamos continuamente confrontados a las siguientes cuestiones: ¿Cómo hacer con los niños que tenemos a nuestro cargo? ¿Cómo acompañarles en tanto que a su llegada se presentan a menudo como cerrados al Otro, sordos a todo discurso, y que las vías del vínculo, del aprendizaje, del deseo parecen obstruidas?

¿Qué invenciones encuentran ellos para poder inscribirse mínimamente en el mundo, en el campo del Otro? Y de nuestro lado, ¿cómo poder escuchar lo que ellos tienen para decirnos? ¿Cómo poder acoger e interesarnos por su singularidad, por su modo de ser que a menudo parece tan extraño?

Por paradójico que esto pueda parecer, la experiencia clínica con los niños atendidos en la Antenne 110 desde hace más de 40 años, no deja de poner en evidencia que es cuando llegamos a captar las herramientas que el sujeto nos tiende, a hacer un lugar a esos aspectos más singulares (su relación a ciertos objetos, sus centros de interés, su aprehensión del mundo), cuando aceptamos dejarnos orientar y dirigir por lo que el niño muestra y hace, es entonces cuando se le ve evolucionar, se le ve arriesgarse en el intercambio con el otro, socializarse y abrirse al mundo.

La Antenne 110 determina pues su trabajo a través de la introducción de la dimensión del uno por uno. Esto es algo que se aloja en el corazón del programa institucional. Los comportamientos llamados sintomáticos no son contemplados de entrada como problemas a evacuar, como un disfuncionamiento, sino más bien como una tentativa de solución a partir de la cual un camino es posible y se abre para y con el niño. El niño no se reduce allí a un objeto de cuidado, de tratamiento, sino que nos confrontamos a él a partir de su relación al mundo, y es desde allí que buscamos el encuentro y construir una respuesta por nuestra parte, una acogida a la medida de cada sujeto.

Oscar entra en la Antenne a la edad de 4 años. Deambula solo, en su burbuja, protegiéndose de toda solicitación del Otro. No habla y lleva siempre puesto su abrigo, su gorra, su chupete, sus zapatos que no se quita bajo ningún pretexto. El Otro está puesto completamente fuera de juego.

En cambio, el mundo de las letras y las palabras, de los números y los colores, van a revelarse como partenaires singulares para este niño. De manera contingente, durante nuestras salidas en la furgoneta, yo tendré la ocasión de acompañar a Oscar en este universo hecho de signos. Una vez afuera, Oscar pasa largos momentos girando alrededor de sí, buscando todos los trazos escritos que puedan encontrarse allí. La sigla y la palabra Renault, los números y letras de las placas de matrícula, las estrellas coloreadas de la bandera europea, etc. Oscar, por ejemplo, localiza cada lugar donde figura la sigla Renault (puertas, maletero, llantas, etc.), y va y viene jubiloso entre esos diferentes lugares. Decidí acompañarle nombrando y señalando lo que él observaba. A veces tomaba mi mano para hacer el contorno de los signos en cuestión. Es alrededor de ese material que yo pude hacerme partenaire de Oscar por primera vez.

En la Antenne 110 Oscar se embarca en un trabajo de escritura. Realiza trazos sobre diferentes materias: sus manos, las paredes, las hojas… Traza los bordes de algunas letras, los pies de los personajes de playmobil, rodea la boca y los ojos de los muñecos. Luego se pondrá a escribir algunas letras. Primero, las de su nombre, antes de extenderse esto a otras letras y a combinaciones de letras que remiten a palabras en francés o en inglés en esferas de su interés (los alimentos, el mundo de los colores, etc.). Con el ordenador, primero mezcla letras, números, signos tipográficos, para luego trabajar sobre unidades delimitadas: asociaciones de letras y de números, de palabras o de secuencias de palabras. Se interesa por la aparición y la desaparición de las palabras que él escribe a partir de la tecla «enter» del teclado. Explora las variaciones posibles de escritura en horizontal, vertical, dejando espacios entre las letras, etc. Luego compara y busca reproducir lo que él escribe en el ordenador con letras manipulables.

En su escritura no se trata tanto de efectos de significación o de comunicación, sino más bien de la satisfacción que le procura la inscripción, la codificación singular de palabras, de letras, de números, de los signos que él escribe.

Paralelamente a ese trabajo, Oscar emprende también la vía de un estudio minucioso y solitario del cuerpo y de su representación. Primero, a partir de su cuerpo y de la imagen, la suya o las de personajes (dobles) que él va a buscar en los libros, en las pantallas. Luego, a partir de los seres vivos que le rodean, al mismo tiempo en que estos comenzaron a adquirir una «existencia» para él.

Mira su reflejo en todo objeto que le devuelve su imagen. Busca, en libros y dibujos animados, personajes que observa minuciosamente y a partir de los cuales él mismo descubre su propio cuerpo. Puede, por ejemplo, explorar su boca, sus dientes, sus labios, mirándose en el espejo después de haber visto unos dibujos animados de «Tchoupi va al dentista». A partir de trazos de círculos, va a dibujar caras, primero rudimentarias, luego cada vez con más detalles, para acabar por dibujar personajes. El observa, compara, superpone sus dibujos entre sí o con otras imágenes. Se interesa por las caras, de las que estudia las expresiones en los libros, en las pantallas. Busca reproducir las expresiones de esas caras en la suya mientras se mira en el espejo. En los dibujos, se interesa por las partes del cuerpo que faltan y los completa. Utiliza aplicaciones en el ordenador que permiten hacer variar las formas, los colores, añadir o suprimir atributos diversos al cuerpo. Busca ver, mirándose en el espejo, las partes del cuerpo inaccesibles a la mirada.

Sus partenaires letras o palabras, números y colores, sus personajes dobles, su trabajo sobre el cuerpo y su imagen, no van a quedar sin efecto en la constitución de un espacio subjetivo y una puesta en forma de su mundo. Su trabajo de escritura se conecta cada vez más a la realidad. Por ejemplo, un colega nos transmitió que Oscar había escrito el nombre de otro chico de la Antenne después de que éste hubo entrado en la sala. ¿No pueden verse allí las premisas de una apertura al mundo donde él puede hacerse escuchar e interactuar con el otro?

Ya no necesita que su cuerpo esté cubierto de la cabeza a los pies. Quitarse la ropa ya no es vivido como un arrancamiento. Más bien que tapar las aberturas de su cuerpo, Oscar parece ahora tener un cuerpo y una representación de éste. Tras interesarse por el rostro y sus expresiones, se interesa ahora también en el aparato sexual, en el suyo pero también en el de los animales. Descubre, observa, pasa largos ratos en el baño pues experimenta con el funcionamiento de la cadena y de «la cosa» que desaparece en el agujero del water. Sin haber alcanzado aún el control de esfínteres, deja un pequeño pipí cada vez que va al cuarto de baño.

El otro, niño o adulto, existe hoy para Oscar. Nuestra presencia cuenta, y los intercambios con nosotros se han vuelto posibles. Hay encuentro, alrededor de sus partenaires privilegiados, de su trabajo de escritura, de su cuerpo, de los objetos que él inviste, etc. Hay encuentro también a partir de lo que él localiza en el otro y que retoma. Pero también, hay encuentro a partir de eso que se podría llamar un estudio del otro «vivo», de su voz, de sus expresiones, de su mirada, de sus reacciones. Oscar puede, por ejemplo, plantarse delante nuestro y reír con las expresiones faciales que hacemos, buscar repetirlas, y dirigirnos otras nuevas. Actualmente hay muchos momentos de vínculo y de intercambio a los que Oscar parece ahora decir sí.

Traducción: Gracia Viscasillas