Christine Carteron
Realizaciones de Jean-Sébastien, 17 años, recibido en el
Centro Terapéutico y de Investigación de Nonette
La lluvia, el viento, el calor excesivo del sol, nada hacía obstáculo a la presencia en el exterior de este pequeño príncipe silencioso y sin embargo tan atento.
Yo le invité a romper ese aislamiento. Él aceptó.
Me confió un primer “dibujo”. Carteles. Primero aislados, luego agrupados, dispuestos unos cerca de los otros, uno por uno. De frente, de perfil, de espaldas, con detalles vertiginosos.
Posteriormente estos carteles aparecían en una escenografía donde las rutas, las carreteras, las vallas de seguridad, los autos, venían a tomar lugar. Algunos tejados, algunas casas, surgían.
Una vez finalizada la obra, el autor me confió los nombres de los elementos representados, con concentración, con discreción, también con alegría. Luego comenzó a entregarme sus obras, una por día, pidiendo a veces verlas nuevamente- con júbilo, satisfacción mezclada.
Apareció un cartel, oxidado (en francés “rouillé”). Con su dedo sobre el punto de oxidación, él nombró su angustia. Inclinado en una ventana del antiguo castillo en el que vivía, señalaba con angustia algunos jóvenes que estaban afuera bajo la lluvia, con viento, y decía “¡Hay que entrar! ¡Van a oxidarse!”.
Su encuentro con alguien con un apellido oxidado (“rouillé”-Rouillon) transformó esta angustia. A los carteles oxidados (“rouillés”) se substituyó en cada dibujo un universo de carteles rico en detalles y su puesta en escena.
Cuando le preguntaba, siempre algún árbol nos indicaba en que estación nos encontrábamos.
Su lugar con nosotros se transformó. Una presencia más luminosa, menos cargada de angustia. Este trabajo cotidiano continúa hasta hoy. Aún me confía sus creaciones. “Para la exposición, toma, Krisssstin”. Junta sus dos manos que separa en un instante de intensa energía y satisfacción.
Acudió a colgar algunas de sus obras en la exposición, ¡y se alegró tanto por ello!
Traducción: Micaela Fratura