Nicola Aloisi, Silvia Cimarelli, Chiara Mangiarotti
Fundación Martin Egge Onlus
En la Fundación Martin Egge Onlus, cada operador sigue en forma individual al niño/a o al/a la joven; recibe a los padres, con los que realiza encuentros periódicos; mantiene una relación constante con los maestros y el mundo de la escuela, y con otras figuras de referencia de la ASL (Servicio Sanitario Local). Si bien cada uno trabaja individualmente, está siempre presente en el horizonte la «pratique a plusieurs» como dispositivo de referencia a un tercer elemento, personas o cosas en praesentia o absentia, que pueda anudar alrededor del sujeto una red de deseo. El tratamiento apunta, como escribe Eric Laurent, a la construcción «para sujetos sin límites y sin borde […] de una cadena singular que amalgame significantes, objetos, acciones y modos de hacer, con la finalidad de construir un circuito que cumpla una función de borde y de circuito pulsional» (1).
Tres viñetas clínicas sobre tres chicos que han llegado a nosotros ya diagnosticados como Asperger, redactadas respectivamente por Nicola Aloisi, Carlo, por Silvia Cimarelli, Samuel, y por Chiara Mangiarotti, Alberto, ilustran nuestro modo de operar:
Carlo
Carlo llega con una tarjeta de presentación, la botánica, tema alrededor del cual trabaja: un herbario, presentaciones powerpoint. Está muy angustiado en relación a la enfermedad y a la muerte y, entre las plantas, da privilegio a las venenosas. En la escuela se encuentra aislado y agotado debido a su dificultad para encontrar un lugar en una clase muy competitiva. Aunque se haya intentado, no conseguimos hacer un trabajo en red con los maestros. Durante nuestros encuentros, Carlo me propone unos juegos que ha inventado él mismo, un rompecabezas mediante el cual me evalúa: me pone a prueba para verificar si yo podría ser un partenaire para él. El ambiente escolar no le permite alcanzar una pacificación, pasaje fundamental para poder pasar desde un saber particular a un saber más general. Carlo lleva a cabo una batalla desigual, no se da cuenta de que siempre habla él y molesta a los demás, generando la enemistad de los compañeros.
Cuando Carlo pasó a la escuela superior, acordamos con los padres que pudiese tener un profesor de apoyo para que, por un lado, le ayudase a aliviar la presión sobre el rendimiento y, por otro lado, para mediar con los otros chicos y ayudarle a realizar una mejor socialización en un ambiente que le acoja y le valorice. En colaboración con el profesor de apoyo, hemos situado sus dificultades y, sobre todo, hemos puesto en evidencia sus puntos fuertes, estableciendo estrategias que puedan ayudar a Carlo a encontrar un lugar donde su saber particular sea tenido en cuenta.
Establecimos, por ejemplo, que cuando Carlo intervenga durante la hora de clase, el profesor le responderá, como a todos, si la pregunta que hace es inherente a la lección; en cambio, si ésta se relaciona con temas fuera de la materia, le planteará que podrán luego profundizarlos juntos al final de la clase. En el transcurso de estos años -ahora Carlo está inscrito en 3er. año, le va muy bien y todos los compañeros de la clase le aprecian– se ha consolidado un trabajo en red entre los maestros, los padres y yo, que ha permitido, por un lado, que Carlo esté menos angustiado y, por otro lado, que haya podido acceder a un saber más general. En nuestros encuentros ya no intenta ponerme a prueba; al contrario, está orgulloso de poder compartir conmigo sus nuevos intereses: el Minecraft, un video-juego a través del cual construye paisajes virtuales y, sobre todo en el último periodo, Plantas contra Zombies. Carlo define este juego como «el juego más hermoso del mundo». Me explica que las plantas, con las cuales se identifica, destruyen a los zombies que amenazan la Tierra. Ahora la botánica ya no es portadora de muerte, sino que, por el contrario, la destruye.
Samuel
A Samuel le va muy bien en la escuela -cursa el quinto año de la escuela primaria – pero está muy triste porque los compañeros no le tienen en cuenta. «Un chico me dijo que ellos no quieren estar conmigo porque hablo mucho y sólo de lo que me interesa a mí». Quisiera hacerse amigos pero, dice, «algunos son matones, me empujan».
El primer periodo de trabajo se ha centrado en un tratamiento articulado del cuerpo y del lenguaje. Al comienzo seguí el interés del niño por las corazas de caballeros y super-héroes, principalmente en su gusto por endosar corazas (escudos, armaduras). Yo seguía sus indicaciones, casi como una modista, para construir algunas corazas que le gustaban. El pretendía obtener todo «¡Rápido y ahora mismo!», pero yo era un poco lenta. Fue gracias a su interés en estos objetos y a mi calculada lentitud, que ha tolerado hacer algunas pausas en su modo de hablar continuo y veloz, para ayudarme a hacer el trabajo en modo preciso.
Un día Samuel llega manifestando una nueva pasión, quiere jugar conmigo a You Ghi Ho. Recomienza a hablar sin pausas y en modo irrefrenable de las movidas del juego, en una «lengua» muy particular e incomprensible para mí (aquella del código de los jugadores o «duelistas» de You Ghi Ho). También su cuerpo está tomado por el goce en este bla, bla irrefrenable: recorre mi consultorio de un lado a otro imitando los movimientos acrobáticos y los efectos especiales de este juego en su versión electrónica. Habla solamente de esto; entonces, me asocio a su lengua You Ghi Ho retomando algunas piezas sueltas, sin entender casi nada de lo que decía. Por ejemplo, en cuanto principiante en este juego, le pido ayuda para entender cómo funcionan los «duelos» y las cartas «Monstruo» y «Trampa».
Samuel reconoce que él es un muy buen «duelista» en el juego virtual, pero -me dice– está triste porque en el juego real (con la cartas de mesa) no logra vencer ni a su hermanito. Cuando el adversario le sorprende con las cartas «Trampa» o «Magia», se bloquea, pierde «puntos-vida» y se entristece.
Intervención: Mientras me enseña a jugar, le pregunto cómo hace su avatar en el juego virtual para superar las sorpresas.
Me responde: «Es sencillo, él deja cubiertas las cartas potentes y luego las uso para vencer sobre las cartas «Trampa», pero con las «cartas reales» no lo logro, me gusta hacerlas ver. Concluyo aquí la sesión diciendo: «¡Evoquemos al avatar en auxilio!»
La vez siguiente Samuel vuelve contento. En efecto, me dice que ha recuperado los «puntos-vida». Cuenta que durante la partida de You Ghi Oh con otro niño ha hecho jugar como «agente encubierto», en el puesto suyo, a un avatar. «¡Así logré cubrir las cartas potentes!», dice. Mediante esta invención ha logrado gozar un poco menos (rebajar ese empuje a hacer ver las cartas), para poder luego ganar una cierta satisfacción.
Hago notar que Samuel primero se relacionaba solamente con el lado imaginario del avatar: retocaba o pintaba la figura del personaje en la pantalla del juego electrónico. O sea, la «personalizaba», por ejemplo, dibujándola con los cabellos rojizos come quisiera teñirse él mismo el pelo. Pero después de mi intervención logra recuperar algunas de las funciones estratégicas que soportaba el avatar (principalmente aquella de «cubrir», «fingir»), de las que sólo podía servirse a través de la «evocación» del avatar, que comenzó a funcionar para él como la figura de un doble auxiliar.
Con el avatar, Samuel ha encontrado una solución a una de sus principales dificultades, o sea una suplencia de una función fundamental: poner un límite al exceso de goce que invade el cuerpo y lo angustia cuando algo le sorprende. Las sorpresas, para Samuel, constituyen algo que escapa de las condiciones de inmutabilidad de sus defensas autísticas; en su caso, del saber esquemático que ha memorizado sobre las movidas standard del juego.
Más adelante logrará realizar un pasaje: del recurrir al avatar para tratar las sorpresas del juego (cubrir las cartas potentes), pasa a subjetivizar esta función (o a apropiarse), sirviéndose de ella en sus relaciones cotidianas con los chicos de su edad. Logrará entonces regular su mostración del saber a través de ese bla, bla continuo. Así, se encontrará mejor con sus compañeros en la escuela, más pacificado y menos entrampado en las luchas de puro prestigio.
En fin, a través del apoyo en su doble del You Ghi Ho, Samuel logra arreglárselas con algunos aspectos de la función simbólica del límite (cubrir, fingir, perder); no sólo para jugar mejor a You Ghi Oh, sino que usará este recurso también para hacerse amigos en la escuela. Además, llegará a servirse del «cubrir» como función en otros aspectos de su vida, en su intimidad, en sus relaciones familiares, y también en sus nuevos intereses y ulteriores invenciones artísticas.
Alberto
Cuando llegó Alberto, cursaba el segundo año de la escuela media. Aislado y excluido, se defendía con actos auto y hetero-agresivos.
La gran pasión de Alberto son los aviones. Tras el periodo inicial de nuestros encuentros, centrado en la narración de experimentos científicos diversos, Alberto comienza a construir aviones de papel. Le sigo en su trabajo y le pido que me explique lo que hace y cómo pliega el papel. Para realizar cada modelo, él tiene en cuenta los principios de la física que permiten volar a un avión y me explica en sus mínimos detalles cada parte del avión en relación a sus funciones. Hago un gran esfuerzo para seguirle, también porque habla en voz baja y se come las palabras. Entonces le propongo ocuparme de escribir todo lo que me dice, dando así valor a su explicación. Cada avión efectúa el vuelo de rodaje: Alberto evalúa, analiza los problemas, busca la solución a través de diversas variables y luego realiza una corrección experimental.
Un día me plantea una modificación en un modelo: corta la punta, aplicada sobre un cilindro de papel, de manera que el aire pueda pasar a través de éste. Las alas que le aplica hacen volar el avión gracias a la fricción del aire. Mientras que el aire atraviesa la estructura, me dice, anula esta misma estructura (según el principio de aerodinámica que dice que el aire que pasa a través del cuerpo del avión reduce el peso del aparato porque reduce la fricción).
El agujero, permitiendo el pasaje del aire, anula el peso del cuerpo del avión y le permite volar: una representación plástica del trabajo que Alberto está realizando con rigor científico.
Subrayo dos pasajes:
1. Si pensamos que el cono sea su cuerpo, ahora presenta una apertura, un agujero.
2. La estructura del avión es anulada por el aire, así como el «aire nuevo» que corre alrededor de Alberto le ha permitido olvidarse de sí y pensar en la invención del agujero; su trabajo con los aeroplanos deviene operativo y llega a circunscribir, como borde, el agujero y a producirlo. Gracias a haber sostenido sus ideas durante las sesiones y a un intenso trabajo en red con los padres y los maestros, Alberto ha logrado tomar vuelo, olvidarse del peso de todas las insuficiencias inscritas en su cuerpo, y a salir victorioso del desafío en el que se había comprometido con tenacidad al finalizar la escuela media: se inscribió en una escuela superior muy compleja, donde actualmente cursa con gran éxito el tercer año, bien integrado en el grupo de su clase.
En las sesiones continúa el atelier aeroplano, lo que le permite tomar un respiro respecto al trabajo escolar y, al mismo tiempo, verificar su construcción y relanzarla.
Como dice Albert Einstein en uno de sus célebres aforismos, y que Alberto mismo me ha hecho conocer: «La estructura alar del avispón, en relación con su peso, no está adaptada al vuelo, pero él no lo sabe y vuela lo mismo».
E. Laurent, La battaglia dell’autismo, Quodlibet, Macerata 2013, p. 76
Traducción: Silvia Cimarelli