Françoise Baudoin
Association de famillias La Main à l’Oreille – Antenne Île de France
Primera parte: Zoé, de sus gritos a su escritura…
En 2006, cuando Zoé llegó al Centro de Nonette, tenía 17 años. Gritaba sin cesar, y la vida en casa había llegado a resultar muy difícil. Yo vivía sola con mis dos hijas, pues Zoé tiene una hermana tres años menor. Su padre había fallecido cuando ellas tenían 7 y 4 años.
Zoé estaba aterrorizada… cruzar una puerta le resultaba insoportable…, acercarse a ella nos resultaba imposible a nosotros… Su miedo del otro era tan grande que el acompañamiento en la vida cotidiana (aseo, vestido…) se hacía bajo gritos estridentes, redoblados con palabras repetidas en bucle y gestos de rechazo.
Zoé no escribe, tampoco aprendió nunca a leer, pero se sostenía de las imágenes de muchos libros que sostenía entre sus manos, como un apoyo.
Siguiendo los consejos de Danièle Rouillon (educadora especializada en el CTR de Nonette, psicóloga clínica y psicoanalista) que le acompañaba en ese tiempo, pensando que era importante sostener lazos que la vinculasen a su universo familiar, le compré revistas de decoración y libros de arte. Zoé pasa y vuelve a pasar sus páginas, los aparta y luego los vuelve a coger.
Un día en que estaba aseándose con Danièle Rouillon, Zoé le dirige lo que Danièle iba a interpretar como una actividad de escritura.
He aquí el extracto de un texto que Danièle escribió sobre ese momento tan singular que marcará el inicio de las creaciones de Zoé:
“Primero Zoé pasa y repasa sus dedos sobre la pared de arriba de la bañera. Luego, con su cuerpo inventa un útil de grafismo. Dobla su dedo corazón sobre él índice, aprieta su pulgar bajo el índice y con este anudamiento de los dedos, hace una especie de escritura en la pared. Traza bucles a lo largo de toda la pared, luego vuelve al principio, como para escribir la línea siguiente. Está calmada, no grita. Por el contrario, se aplica de línea en línea hasta la parte de abajo de la pared, luego en la pared de al lado, hasta utilizar toda la superficie hasta el borde de la bañera. Desde el movimiento de sus dedos, al aflojamiento de sus piernas, a la torsión de sus caderas, inviste todo su cuerpo en esta actividad de escritura invisible (…). El trayecto preciso, rápido y determinado de sus dedos, sus movimientos del cuerpo, evocan la escena legendaria del “profe” que escribe en la pizarra su demostración matemática…”.
En los días siguientes Danièle Rouillon le propone hacer legibles sus trazados depositando una materia sobre la pared (pintura, dentífrico, arcilla…)
Zoé giraba y rechazaba todos los objetos alrededor de ella, haciéndolos caer, a distancia. Era imposible que conservase el material en sus manos.
Pasaron los meses, y Danièle Rouillon le propuso entonces hacer “escultura sobre pintura”, retomando así significantes en vínculo con su padre escultor en vidrio, y conmigo misma. Danièle fija fuertemente una tela a una mesa, y deposita allí una gran cantidad de pintura.
Retomo de nuevo otro extracto de un texto de Danièle Rouillon describiendo esos primeros momentos de creación de Zoé:
“De entrada ella retoma su estilo de grafía con todos los dedos doblados en pinza. Mi presencia parece pesada, ella grita, intenta en vano despegar la tela. Le propongo que pinte sola, asegurándole mi presencia ausente… “yo estoy por ahí…”. Sola, se calma y se anima. De nuevo, hace cuerpo con la escritura, dobla sus piernas, pone su pecho, sus antebrazos, en la tela. Sus dedos recubiertos de pintura hacen grandes trayectos sobre la tela, se extienden por la mesa y por las paredes. Se agarra al borde de la tela. Para ella, lo que parece importante es tocarla (…).
La observo por una minúscula abertura de la puerta. Le hago visitas. Frente a mí y frente a la tela de pintura esculpida, Zoé endereza todo su cuerpo y exhibe un orgullo victorioso. Es un pequeño júbilo. Alza un hombro, luego los dos, queda en suspenso, las cejas levantadas. Esboza breves sonrisas irónicas y manifiesta una satisfacción cierta.
Asombrada, tranquila, Zoé me mira directo a los ojos: es una manera nueva de dirigirse al otro, que ella instaura también en la vida cotidiana. Ya no está asustada. Se ha vuelto ligera y ágil, viene al encuentro con ese apacible asombro irónico. Cuando le digo que vamos a concluir, ella se agarra aún a la tela. Yo le propongo continuar un poco más. Pongo la tela vertical delante de ella. Y ahí, con un breve gesto, araña la tela con sus uñas, inscribiendo una especie de firma manifestando una determinación satisfecha…”.
Después de esta sesión, Danièle Rouillon me envía una foto de esta primera tela de Zoé. Yo me quedo asombrada, tocada, emocionada de dejarme llevar por este universo creativo de mi hija. La primera cosa que veo con asombro en una esquina de la tela, es el retrato de una joven que parece ser el suyo… dejando su huella como un sello, y pareciendo decir “¡cu-cú, soy yo!” como un signo señalando el inicio de una relación reencontrada, alegre y viva.
En ese momento algo fuerte se inscribió en mí, algo del orden del deseo, de un deseo sostenido que iba a ponerse en marcha y a permitirme abandonar al cabo del tiempo la caída que se había producido en mí cuando comprendí que mi hija no evolucionaría como los otros niños.
Zoé continuó su trabajo con Danièle Rouillon, quien le proponía regularmente crear con pintura verde –de “verde”/”vidrio” (NT: vert/verre: atiende a la homofonía en francés de ambas palabras, retomando a la vez el significante del padre, escultor “en vidrio”), significante ligado a su padre- y con el cual ella indicó desde el inicio algo de su “afinidad”.
Deseosa de presentar su trabajo en exposiciones, Danièle Rouillon me hizo participar regularmente en la elección de los marcos para los cuadros, en el encuentro con un fotógrafo para crearle un book, permitiéndome así investir progresivamente ese proyecto artístico alrededor de mi hija. Desde entonces, cuando voy a Nonette para ver a Zoé, participo en sus sesiones de pintura y hago fotografías.
Comencé a fotografiar a Zoé en su gestualidad, capturando así una relación muy íntima de su cuerpo con la tela. Por otra parte, mi atracción por el trabajo del detalle y de las materias, me ha llevado a hacer zoom sobre ciertas partes de sus cuadros, sorprendiendo entonces detalles de grafismo y de colores, que me han permitido “otra” mirada sobre esa escritura singular que está inventando Zoé.
De esta “creación fotográfica” que ha nacido, algo entre ella y yo ha podido hacer eco y tejerse poco a poco más allá de las palabras y los gritos.
Esta elección de afinidad creativa está sostenida por el deseo y la determinación de Danièle Rouillon, quien le ofreció un espacio permitiéndole inventar su propia modalidad de escribir o de decir “para hacer con su cuerpo”, así como un marco en el que sus escrituras singulares se han sustituido a sus gritos.
Hoy Zoé está tranquila, no grita más… pero tampoco habla…
Mireille Battut en su artículo “Seguir el hilo de la invención autística” escribe: “Vivir con el autismo es aceptar no tener todas las respuestas…”. Esta frase ha tomado sentido para mí y me ha permitido dejarme enseñar por los hallazgos de mi hija, señalando la evidencia de que son los suyos…
Pero Mireille Battut proseguía: “… es también, a veces, recibir las preguntas en plena cara, como golpes de mar”.
Segunda parte: Adulta… el paso a dos
En enero de 2015 el nuevo Hogar ocupacional del Centro Terapéutico de Nonette abre sus puertas y acoge a los jóvenes adultos del IME. Dos educadores los conocen bien y son los designados para acompañarles en la vida cotidiana. Los edificios son totalmente nuevos, Zoé tiene una habitación grande y muy bonita, con cuarto de baño. Es un momento importante para la Institución y para todos esos jóvenes que tienen por fin un lugar donde ser acogidos en tanto que adultos… ¡Todo ha de ir bien!
Pero me acecha una tristeza, me agarra una inquietud… las aparto de un manotazo… razono… Ese proyecto es formidable, ¡y Zoé va bien!
Danièle Rouillon ya no será su educadora de referencia, pero aún así dedica algo de su tiempo para proseguir ese trabajo de creación con Zoé.
Al cabo de las sesiones, la relación de su cuerpo a la tela se transforma. Se apoya pesadamente en posición horizontal sobre la mesa, sus piernas están rígidas. Sus manos se anudan entre sí, solo las puntas de sus dedos rascan la tela y sus antebrazos hacen trazos en la pintura. El movimiento de su cuerpo y de sus manos se fija en una cuasi-inmovilidad en la tela y en el espacio.
Encuentro sus cuadros muy hermosos… y sin embargo…
Decidimos entonces realizar una modificación más envolvente en el diseño de su habitación, creándole un gran armario que cierra el espacio y reagrupa todas sus telas con ella, en el marco privatizado de su habitación.
El invierno pasado, Zoé encadenó algunos cuidados de su salud relativos a sus piernas. “Un problema que a menudo padecen los viejos que no se mueven mucho”, me dijo una amiga que trabaja en geriatría.
Mi tristeza y mi inquietud comenzaron a tomar sentido…
Actualmente Zoé está tranquila, no perturba con sus gritos, no pide nada…
Se ocupan de ella atentamente, aportándole todos los cuidados que necesita. Mi confianza en la institución permanece intacta. El deseo de cada padre es que se ocupen lo mejor posible de su hijo…
Lo que ocurre no se sitúa pues de ese lado…
Durante el Congreso “Affinity Therapy”, Myriam Perrin habló de lo que nos enseña Nonette. La cito: “(…) tomar en cuenta las capacidades creativas del autista, de su búsqueda de un código, la necesidad de un injerto simbólico y de reglas absolutas, no podrían ser mejor aseguradas que por el sostén de un partenaire orientado, un doble reasegurador, portador de vacuidad, verdadera estructura de sostén con la condición de una enunciación discreta”.
“Este partenaire esclarecido, portador de vacuidad”, ¿no es lo que Danièle Rouillon ha sido para Zoé? Retomo otros fragmentos de sus escritos a propósito de su trabajo con ella:
“Mi presencia parece pesada, grita… Le propongo pintar ella sola, asegurándole mi presencia ausente… “estoy por ahí…”. Sola, ella se calma y se anima. De nuevo, hace cuerpo con la escritura…”
O bien:
“Sus desplazamientos en el espacio, nuestros encuentros de creación, nos hacen ejecutar un paso a dos. Yo me dejaba deslizar en su movimiento”.
Después de esos episodios del cuerpo, se decidió proseguir e intensificar las sesiones de creación que sostienen inexorablemente a Zoé.
Danièle Rouillon se hace entonces “caballete”, haciendo resistencia a la presión que le opone Zoé. Ella la sostiene. Zoé se endereza. Ella pone de nuevo su cuerpo en movimiento. Cito de nuevo:
“Yo hago de caballete sosteniendo la tela, ella se apoya ahí con todas sus fuerzas. Yo hago resistencia a su presión y la sostengo. Zoé imprime allí sus brazos. Se aleja. Libre, gira sobre sí misma. Vuelve, pasa fugazmente su mano enguantada de pintura sobre la tela, sobre sus cabellos y su cara que ella maquilla así. Luego su mamá entra en la danza del caballete.
Ella sube los hombros, una ceja, esboza una sonrisa irónica, se endereza. Nos mira directo a los ojos, con orgullo y asombro.
No es un dibujo según las normas, es creación única, singular”.
Tercera parte: Zoï o el vals en tres tiempos…
Zoé u zoï, expresaba en la Grecia antigua el simple hecho de vivir, común a todos los seres animados (animales, hombres o dioses); significa “la vida”, “la existencia”.
Lo que yo puedo decir de ello…
Cuando Zoé entro en el CTR de Nonette, la relación entre ella y yo había llegado a ser del orden de lo insostenible. La separación entre nosotras y el papel progresivamente consentido a Danièle Rouillon, me permitieron abrir un espacio donde una nueva relación, aligerada de un demasiado, de un demasiado lleno, de un demasiado cerca, iba a poder tejerse siguiendo el hilo de las invenciones de mi hija. Pronto descubrí en mí una mirada nueva, otra, una mirada que no había podido posar sobre ella desde hacía años… la de la sorpresa alegre, la admiración, la de un deseo totalmente nuevo que advenía.
Cuando el paso al Hogar Ocupacional –por otro lado, ese término se esclarece por sí mismo. ¿Estaremos en lo ocupacional?
Mi tristeza y mi inquietud venían de ahí; ahí donde la función del tercero deseante ocupada por Danièle Rouillon iba, para mí, a caer.
¿Quién acogería sus hallazgos, siendo ella el punto central de ese deseo frescamente eclosionado?
Iba a encontrarme pues en una relación demasiado cercana con Zoé, pues descubro hoy que me es aún indispensable la presencia de una tercera persona que permita la instalación de una ligera distancia entre mi hija y yo.
Zoé habló con su cuerpo, nos hizo comprender algo de lo que para ella significa “la vida”: ciertamente, sentirse cuidada por los acompañantes que la rodean, pero, igualmente, estar del lado del deseo, del deseo de que eso viva… de que se avive “en cuerpo” el empuje vital que la anima…
Agradezco así a Danièle y a Jean-Pierre Rouillon y todos los acompañantes de Zoé, al doctor Rabanel y a mis amigos de La main à l’oreille y de la Asociación Funambules sin los que, a lo largo de estos años y de estos últimos días de escritura, este largo camino de amor con mi hija no habría podido aligerarse como para permitirme entonar en el presente un vals en tres tiempos…
* Texto leído en Lille en ocasión de la exposición artística “El mundo en singular”. En el RICOCHET 3 de la Asociación Funambules, sábado 20 de mayo de 2017, mesa redonda nº3: “El lugar hecho a las personas con autismo en la ciudad”
Traducción: Gracia Viscasillas