Una cuestión de tacto

Chiara Mangiarotti

Fondazione Martin Egge Onlus – Venecia

 

La primera vez que vi a Marcos tenía dos años y medio. Caminaba de puntillas, agitaba las manos en sus momentos de tensión, curiosidad o alegría, demostraba mucho interés en encender y apagar las luces, abrir y cerrar las puertas, abrir y cerrar los grifos de agua del baño. En este manejo del objeto en dos tiempos, Marcos ponía en juego la estructura elemental de lo simbólico: encendido/apagado, abierto/cerrado, introducía un signo + y un signo -, dos signos en relación opositiva aplicados al mismo objeto, realizando así una forma de alternancia.

Intenté introducirme, con tacto y manteniendo una cierta distancia, en sus actividades repetitivas, buscando introducir nuevos elementos. Acompañaba el encender y apagar las luces con los sonidos de un pianito o de un xilofón de madera, lo mismo hacía con los grifos. Muchas veces la mayor parte de la sesión trascurría en el baño, donde Marcos abría y cerraba los grifos del lavabo, del bidet, de la bañera y yo acompañaba sus movimientos introduciendo diferentes ritmos para nombrar sus acciones: creando así nuevas secuencias “musicales” con figuras de repetición, variaciones del tema abierto-cerrado e introducción de pausas, por ejemplo: “abierto-abierto-abierto-pausa-cerrado-cerrado”, o también acompañándolo con el sonido de los instrumentos.

El trabajo se enriqueció llenando la bañera y realizando un ir y venir de barquitos, desde mí hacia él y viceversa. Este juego luego se desplazó a cochecitos lanzandos en circuitos de ida y vuelva, a la grúa con la polea que va hacia arriba y abajo. En todo ello le acompañaba también con variaciones rítmicas cantadas de estas sílabas, variando la dinámica (acelerar, frenar). “Arriba” y “abajo” fueron las primeras palabras que le oí decir. Algunos meses más tarde, Marcos llega a pronunciar “no” y “si”.

Me asocié a los juegos de Marcos para sostenerle en la transformación de sus pulsaciones alternativas, abierto/cerrado, encendido/apagado, + / -, teniendo en el horizonte una dialéctica en la cual el + está en correlaciòn con el -, la presencia es correlativa a la asusencia, y viceversa. Podemos llamar a esta operación como la introducción de un fort-da artificial1.

El espacio y el tiempo, que también constituyen estructuras de lenguaje, son las coordenadas fundamentales del recorrido que Marcos – que actualmente tiene cuatro años- está llevando a cabo, con grandísimas conquistas: la trasformación de la alternancia en algo que estabilice su lugar en el mundo. En este sentido, una breve secuencia podrá ser ejemplificativa:

En noviembre pasado, mientras lo estaba esperando, recibo una llamada telefónica de la madre: Marcos había llegado a Venecia en el coche con el padre, como siempre muy contento de venir a encontrarme; luego, a unos cien metros, se plantó y no quiso ya seguir, haciendo regresar al padre. Eran las cinco de la tarde de un día de lluvia y viento y, por primera vez desde el inicio del otoño, ya había oscurecido.

En octubre, durante dos encuentros sucesivos, el fin de la sesión se había caracterizado por un episodio particular. La primera vez Marcos se pone a llorar porque no quiere marcharse. Le propongo ayudarme a cerrar los “scuri” (oscuros) -como vienen comúnmente a llamarse las persianas en Venecia- de mi estudio. Marcos sigue mis operaciones de cierre de los “scuri”, de las ventanas, de las cortinas nombrando mis acciones; luego nos despedimos tranquilamente. La misma escena se repetirá la vez siguiente: Marcos nuevamente comenta mis actos en voz alta, con un lenguaje más apropiado, el padre y yo reimos y lo felicitamos.

Marcos había asociado la oscuridad en la que se había encontrado por la calle mientras venía a verme y la oscuridad creada por los “scuri” cerrados. También en ocasión de la siguiente cita, un día de sol magnífico, Marcos se paró en el mismo punto de la vez anterior. Cuando los padres le dicen que yo lo estoy esperando, él responde diciendo no, que yo no lo espero, que en mi estudio está oscuro y llueve. Salgo y voy a encontrarlos, propongo que hagamos un paseo y vayamos a tomar un café. Marcos se alegra porque le gusta muchísimo poner y mezclar el azúcar con la cucharita en la taza de café de los padres.

De esta manera, la sesión se hace en plein air sentados en la mesa de un bar, donde miramos en el iPhone un video que apasiona a Marcos, sobre todo por sus piezas de música clásica, entre ellas Schumann. Luego, mientras caminábamos pido a los padres, en voz alta y delante suyo, que hagan alguna hipótesis sobre por qué Marcos no quiere venir a mi estudio, hablamos del cierre de los “scuri”, del temporal que había habido la vez anterior, etc. Marcos nos escuchaba en modo distraído. Les acompaño hasta el coche, mientras pasamos frente al palacio donde está mi estudio. Marcos mira disgustado el portón y está por ponerse a llorar. Continuamos caminando velozmente y decido con los padres fijar el próximo encuentro en el estudio de mi casa, donde aún sigue viniendo.

En este momento nuestras actividades estan centradas en la música, Marcos toca una pianola que trae de su casa, en los juegos con los autitos y en el dibujo. Yo sugiero un tema, por ejemplo, Venecia, Marcos, mamá, papá, etc., él colorea, yo dibujo y él me dicta el título, siempre rico de aspectos particulares. En el primer encuentro desarrollado en el estudio de mi casa, adonde Marcos viene encantado, le propongo dibujar la casa de Chiara. Marcos colorea un papel amarillo, después me dice que escriba: “casa de Chiara con el sol”. Le propongo, entonces “casa de Chiara de noche”, con un cielo azul oscuro y negro que pintaremos juntos. Le pregunto si pondremos también la luna y de qué color.

Marcos me responde: “luna rosa”, su invención para endulzar la oscuridad de la noche. En una de las últimas sesiones, Marcos pone unas piezas de LEGO en la cesta de la grúa y dice: “manzana, banana, panza”. Le digo: “Qué lindo, hagamos una ensalada de fruta” y él repite: “¡Si, si, ensalada de fruta!”. Luego agrega otras piececitas de lego, pronunciando nombres de frutas. Le propongo escribir juntos la receta de la ensalada de fruta para la mamá, para que se la pueda preparar en casa. Marcos me dicta los nombres de las frutas, yo agrego un dibujo; al final de la sesión mostramos la hoja a la mamá, ¡asombrada!

Los LEGO ya non son ladrillitos de plástico. Marcos ha realizado una operación de sustitución metafórica: el nombre de una fruta en el lugar del ladrillito. Luego ha realizado una segunda operación, creando un vínculo asociativo entre los nombres de frutas y su panza.

Desde la alternacia significante – abierto/cerrado, encendido/apagado, arriba/abajo – ha realizado un pasaje hacia la sustitución significante: pone el significante fruta en el lugar del significante ladrillito LEGO, una operación que está en el corazón del juego simbólico. Entre la primera operación y la segunda no hay una solución de continuidad, la segunda sucede de manera imprevista, como emergencia del sujeto que nos sorprende. Marcos ha puesto en juego las dos operaciones significantes a través de las cuales el sujeto se representa: la sustitución metafórica y el desplazamiento metonímico. Una verdadera sorpresa que acogemos con alegría.

Traducción: Silvia Cimarelli

1 Aquì/allà: es la operacion que S. Freud describe, a travès de la cual el niño simboliza la presencia y la ausencia.